UN ÁNGEL LLAMADO SAMUEL (EL NIÑO QUE SE CONVIRTIÓ EN ÁNGEL)



Esta historia sucedió en el estado de Guerrero, para ser exactos en la ciudad de Teloloapan, ubicada en la zona norte de dicho estado. Transcurría el mes de diciembre, eran las primeras horas de la madrugada. Una muchacha se encontraba en su domicilio en una de las colonias ubicadas a orillas de la ciudad. Mujer joven, profesionista y de carácter alegre, tenía poco tiempo que acababa de contraer nupcias con un joven de la misma ciudad, de oficio campesino y ganadero.

Pues bien, la muchacha estaba por cumplir los ocho meses de embarazo, y tanto ella como su esposo esperaban ilusionados el nacimiento de su primer bebé, al que sólo le faltaban de cinco a seis semanas para nacer. Todo transcurría con normalidad, cuando de pronto, comenzó a sentir dolores en el vientre, estos eran leves al principio, pero cerca del medio día se intensificaron hasta volverse insoportables. Por suerte, su esposo acababa de llegar del campo y se encontraba con ella en su casa.

Su esposo pensaba asistir a un evento social que se realizaría en su colonia, pero al percatarse de lo delicado de la situación decidió llevar a su esposa a una clínica para que la revisaran los doctores. Ambos subieron a su camioneta y enfilaron rumbo a la clínica. Durante el trayecto los dos iban preocupados, pues desde los primeros meses de embarazo, el doctor les había advertido que su embarazo era de alto riesgo y que debían tener muchos cuidados y precauciones. Camino a la clínica, los dolores se volvieron más y más fuertes. Alcanzaron a llegar, pero apenas hubo tiempo de pasar a la joven a un cuarto para atenderla, pues casi no podía moverse por el dolor, y el doctor al verla, le dijo que ya estaba a punto de dar a luz. Y así fue, en ese preciso instante el bebé nació. Era un varón hermoso, de piel morena clara como el papá y ojos verdes aceitunados, iguales a los de la abuelita paterna de la muchacha.

Como era un bebé prematuro, lo llevaron a una incubadora para darle oxígeno y tratar de salvarlo. Madre e hijo se vieron muy delicados. Ella quedó internada en la clínica y a su niño se lo llevaron al otro día en la madrugada, a una clínica especializada en la ciudad de Iguala. El pediatra hizo todo lo posible para salvar al niño, pues como aun le faltaba un mes para nacer, no había desarrollado por completo sus pulmones y se le dificultaba respirar. Pero todo fue en vano, al tercer día, el niño falleció.

Esto significó un golpe muy duro para los jóvenes esposos, así como para el único hermano de ella y para sus padres. Al recibir la noticia, la joven madre se sintió devastada, pero su esposo se veía mucho más afectado, pues no encontraba consuelo con nada, e incluso empezó a renegar de Dios por haberle arrebatado a su primogénito. El papá de ella también hizo lo mismo, renegó de Dios y de todos los santos, pues en esos tres días juntó todas las imágenes divinas que tenía en su casa y les puso ofrendas para pedirles por la salvación del bebé. También le pidió ayuda al ángel de la guarda del bebé, al arcángel Rafael, al arcángel Miguel, y a todos los ángeles del cielo, pues él tenía mucha fe en estos seres angélicos mensajeros de Dios.

Pero ese día, su fe se desvaneció, dejó de creer en todo, e incluso, tomó a todas las imágenes, las metió en una bolsa y las tiró a la basura. Era tanto su dolor y desesperanza, que dejó de creer en todo en lo que antes creía.

Así pasó un tiempo. Poco a poco, su dolor se fue calmando, la fe que antes tenía lo hizo reaccionar, y un buen día, sin saber por qué lo hizo, se dirigió a los botes de basura y sacó las imágenes divinas que ahí había dejado. Las colocó en su lugar y les pidió perdón por haber actuado de esa manera, ya que fue su desesperación la que lo había orillado a hacer eso. Desde el primer momento en que colocó las imágenes en su lugar y les pidió perdón, empezó a sentir una paz interior, sintió que la amargura de su corazón desaparecía, y que su fe renacía de nuevo.

Pero le dolía ver que su hija, y en especial su yerno, aun no asimilaban esto. Todos, incluido él, se hacían las mismas preguntas: ¿por qué Dios se había llevado a una criatura inocente y sin pecado?, ¿por qué no le permitió vivir? Éstas y otras preguntas no tenían respuestas, y eso no ayudaba en nada a aliviar su dolor.

Pero en una ocasión, el papá de la joven invocó a Dios, a Jesucristo, a los siete arcángeles, a los Elohim, a los ángeles y a todos los seres de luz que asisten a los siete arcángeles y a los siete rayos divinos. También invocó al ángel de la guarda del bebé fallecido, para que intercediera ante Dios y así, de esa manera, poder encontrar una explicación a lo sucedido y dar consuelo a sus corazones afligidos. Un ángel o mensajero de Dios, escuchó sus plegarias, y entonces, durante su sueño, le contó esta sorprendente historia:
Hijo mío —le dijo el ángel— deja ya de sufrir, disipa la amargura de tu corazón, recobra las ganas y alegría de vivir y fortalece tu fe, pues una cosa te diré: “los designios de Dios son impenetrables e indescifrables, él sabe por qué hace las cosas, nadie tiene derecho a juzgarlo, todo tiene un motivo y una razón de ser”.

Pero, en esta situación, ¿cuál pudo haber sido ese motivo? —preguntó el papá de la muchacha—. No encuentro explicación lógica, ¿por qué Dios haría algo así? ¿Por qué permitió que el bebé muriera? ¿Por qué le quitó esa alegría a sus padres? ¿Por qué se lo llevó? ¿Por qué no me llevó mejor a mí, que he pecado y renegado de Dios?

Recuerda que todos tenemos un ángel guardián —contestó el ángel—. Pues bien, ese día, sucedió lo siguiente: el bebé empezó a agitarse inquieto en el vientre de su madre, y aunque era muy pequeño aún, era un niño que poseía ciertas facultades especiales, las cuales le permitían vislumbrar el futuro. Ese era un “don” que él tenía aun antes de nacer. Su ángel de la guarda, era quien le ayudaba a descifrar los mensajes enviados por Dios.

Pues bien, ese día, el bebé se sintió inquieto, pues algo malo presentía, empezó a patalear y a moverse con desesperación. Su ángel guardián le preguntó, ¿qué tienes?, ¿qué te pasa?, y el bebé le dijo que tenía un mal presentimiento, como que algo malo iba a ocurrir.

Dime, ¿qué va a suceder? —preguntó el niño a su ángel guardián— . El ángel se comunicó con Dios y le dijo así: “tu padre va a asistir a un evento social cerca de su casa, y ahí va a pasar una desgracia, van a matar a unas personas, tu papá va a estar cerca de ellas, va a recibir una bala perdida y fallecerá”.

Pero, ¿por qué pasará eso? —preguntó el bebé desde el vientre materno—. ¡Eso no es justo!

Los designios de Dios son impenetrables e indescifrables — respondió el ángel.

¿No habrá alguna manera de evitar que eso pase? —dijo el bebé.

No, creo que no hay forma de evitarlo —contestó el ángel.

¡Creo que ya encontré una manera! —afirmó el bebé. Y entonces… el niño empezó a patear y manotear con todas sus fuerzas. Se movía con desesperación, buscando salir del vientre de su madre. Los dolores eran intensos, y esto motivó que el esposo acudiera a ver qué sucedía, y al ver a su esposa en ese estado, fue cuando decidió llevarla a la clínica.

Es así como el bebé pudo evitar que su padre asistiera a dicho evento —dijo el ángel—, pues en el preciso momento en que iban rumbo a la clínica, es cuando sucedió la desgracia en ese lugar, pero su padre no estuvo ahí, y así pudo salvar su vida milagrosamente, sin que él lo supiera. Y de este modo, el bebé logró salvar la vida de su padre. Pero para poder hacerlo, tuvo que infringir con los designios de Dios y sus leyes divinas, y todo aquel que infringe la ley, tiene que pagar las consecuencias de sus actos. El bebé sabía esto, pues le fue comunicado por su ángel guardián. Pero aun así, decidió sacrificar su propia vida con tal de salvar la de su padre, pues ése era el precio que tenía que pagar, y él lo aceptó con resignación.

Esa misma resignación y fuerza que tuvo el bebé, para aceptar el costo de su sacrificio, es la que deben de tener los padres y familiares del niño, pues ése es el ejemplo que él les dejó. Un ejemplo que deben valorar y que ustedes deben de seguir —dijo el ángel.

Pero, una cosa sí te digo —continuó el ángel—, el bebé ofrendó su vida por la de su padre, pero esto fue por una razón muy poderosa, misma que ahorita te diré, para que comprendas por qué sucedieron así las cosas, y para que veas que todo tiene una razón de ser, que Dios nunca se equivoca y que todo sacrificio hecho por amor, tiene su recompensa. Quizás el padre del niño no lo sepa, quizá diga que no pensaba asistir al evento, pero Dios sabe que así pasaría, pues un conocido de él, iría a su casa y lo invitaría para que lo acompañara a dicho lugar. Así iba a suceder, pero ya no pasó, pues el bebé cambió el rumbo de las cosas, y se puede decir, que también cambió el destino de ambos.

Y entonces, Dios recompensó al bebé por su sacrificio y por el amor mostrado a sus padres, otorgándole lo siguiente: “Tu sacrificio no será en vano. Tú ofrendaste tu vida a cambio de la de tu padre, y en recompensa, tus padres podrán tener más hijos y todo esto gracias a ti, pues de haber fallecido tu padre, esto no sería posible. A partir de hoy, tú te convertirás en el ángel guardián de tu familia, los acompañarás, los protegerás de todo mal, los llenarás de bendiciones y les darás fortaleza para superar todos los obstáculos. También se te concederá el don para poder auxiliar en sus pesares, a todos los niños que pasen por tu misma situación, es decir, serás el “ángel guardián” de los bebes que nazcan antes de los nueve meses. Tú podrás ayudarlos, estarás junto a ellos dándoles fuerzas, dándoles ánimo, dándoles protección hasta donde sea posible. Al mismo tiempo, también protegerás a las madres de esos niños, siempre y cuando, estas invoquen la ayuda de Dios o de un ángel. Entonces, tú estarás ahí con ellas, junto a su ángel guardián para protegerlas. Pues cada madre en esa situación, será como una madre tuya, y cada bebé que nazca de los siete a los ocho meses, será como un hermano tuyo. Por lo tanto, tú tendrás infinidad de hermanos e incontable número de padres, pero sin olvidar jamás a los primeros”.

¡Ya vez el por qué te digo que los designios de Dios son impenetrables e indescifrables! ¡Comprendes ahora la razón por la que Dios permitió esto! —dijo el ángel.

—¡Comprendes ahora que el bebé ya es un ángel de Dios, y que es el ángel guardián de los partos difíciles y prematuros, así como de los niños y las madres en esas situaciones!

—¡Comprendes ahora, que ese ángel guardián debe cumplir su misión encomendada! Y para ello, necesita que toda su familia deje de sufrir por él, que dejen su tristeza, que dejen de renegar de Dios, tal como lo hiciste tú y su padre. Pues el bebé ya tiene un lugar en el cielo cerca de Dios, es un ángel de luz, es un ángel celestial, y cuando ustedes lo necesiten, siempre estará a su lado. Siempre vivirá en vuestros pensamientos y en vuestros corazones, hasta llegado el momento en que Dios los llame a su reino. Entonces, el ángel guardián “Samuel”, los acompañará por el camino que conduce al reino de los cielos.

Y así pasó todo —continuó el ángel—, y entonces, los padres del bebé decidieron ponerle un nombre antes de sepultarlo, y el nombre que escogieron fue el de “Samuel”. Este nombre les fue inspirado por Dios, sin que ellos se dieran cuenta, pues su significado proviene del hebreo “shamah”, que significa “oír”, y “sem”, que quiere decir “nombre”, y “el”, que es la abreviatura de “Elohim”, que significa “Dios”. Por lo tanto, el nombre del ángel “Samuel” quiere decir: “Al que Dios oye”, “Aquel con un nombre de Dios”, “El escuchado por Dios”.

Y esto, es lo que en realidad sucedió —dijo el ángel—. ¡Ya vez que Dios no hace las cosas, sin que exista un motivo poderoso para ello!

Por último —prosiguió el ángel—, Samuel quiere darle este mensaje a sus padres: “Dice que ya no se preocupen más por lo que pasó, que él está hoy más vivo que nunca, que no posee un cuerpo físico, pero tiene uno mejor, tiene un cuerpo etéreo y luminoso, formado con la energía emanada de Dios. Con dicho cuerpo, puede trasladarse en milésimas de segundo a cualquier lugar del mundo, en donde sea necesaria su ayuda. Samuel nunca los abandonará, siempre estará junto a ustedes, velando sus sueños, protegiéndolos. Ustedes no lo verán, pero al invocarlo, sentirán una paz interior, una energía divina que los reconfortará, y una presencia angelical que los protegerá de todo mal. Cuando abracen y besen a sus futuros hijos, estarán abrazando y besando también a Samuel. Cuando reciban un beso de ellos, tengan por seguro, que también estarán recibiendo un beso de Samuel. Y cada vez que vean a un niño nacido antes de tiempo, estarán viendo también a Samuel, pues él vive y vivirá por siempre en cada uno de los hijos de ustedes, y en cada uno de los bebés prematuros que están por nacer”.

Y dicho esto, el ángel que le habló en sueños al papá de la muchacha desapareció. En ese instante, comprendió, que Dios sabe perfectamente lo que hace, que todo lo planea divinamente y que nosotros, los seres humanos, debemos dejar en sus manos todos nuestros problemas, nuestras preocupaciones, los pesares, las enfermedades, las carencias, el rencor, el odio, el temor, y todas las cosas negativas que nos rodean. Pues al dejar todo en manos de Dios, él nos manda la ayuda de un ángel, para que éste nos auxilie en nuestros pesares. Esta ayuda, a veces, se presenta de una forma inesperada, pues no siempre podemos ver a nuestro ángel guardián tal y como es en realidad. A veces, se presenta en la forma de un desconocido, el cual se aparece cuando lo necesitamos. Otras veces se manifiesta en el consejo de un familiar o el de un amigo. También se hace presente por medio de una llamada telefónica o un mensaje inesperado. Dicho mensaje puede venir en el párrafo del libro que estamos leyendo. También se manifiesta en nuestra conciencia, en nuestros pensamientos, en nuestros sueños, o en voces que a veces escuchamos y que nos advierten de un peligro.

Los ángeles siempre están con nosotros, no los vemos, pero ahí están. Si algún día necesitan ustedes de su ayuda, no duden en invocarlos, y ellos, acudirán gozosos junto a ustedes. También auxilian a los fallecidos. Invóquelos, y ellos, junto con el poderoso Arcángel Miguel, liberarán de sus ataduras y pecados a su ser querido. Lo tomarán de la mano y lo llevarán al reino celestial.

Cada vez que usted tenga un problema de cualquier tipo, cuando esté triste, desesperado y desconsolado porque no encuentra una salida a su situación, no lo dude, invoque a Dios o a su ángel guardián y deje la situación en sus manos. Y entonces, verá que todo se soluciona satisfactoriamente, tal y como lo dijo el maestro Jesús: “¡Padre, hágase tú voluntad y no la mía!”. Por qué la voluntad de Dios es perfecta, y consiste en colmarnos de amor, salud, armonía, felicidad, prosperidad, y cumplir todos los buenos deseos de nuestro corazón. “Y no olvides, hijo mío —dijo el ángel—, que yo estaré con ustedes, hoy, mañana y siempre, hasta el final de los siglos…”

Y con estas últimas palabras, el ángel que se le apareció en sueños al padre de la joven, puso un dedo en su boca y le dijo: “de esta conversación que hemos tenido, solo recordarás lo indispensable, pues las demás cosas que te conté, solo las recordarás, hasta que llegue el momento de tu partida final”.
Y el ángel se despidió de él, posando suavemente su mano sobre su cabeza. En ese instante, sintió que otra mano pequeñita tocaba su sien derecha, como acariciándolo y despidiéndose de él. Pues, no había sido un solo ángel el que lo visitó en sueños, eran dos. Uno, era un ángel adulto, que fue el que habló con él, y el otro, era un ángel pequeñito, bello y luminoso, cuya radiante luz, quedará por siempre iluminando el corazón del padre de la joven.

Y dice el papá de la joven madre, que antes de despertar, escuchó un coro angelical que decía: “¡Dejad que los niños vengan a mí, por qué de ellos, es el reino de los cielos!”…

Leyendas e historias de angelitos, para curar el alma, reponerse de la pérdida, superar el duelo, Teloloapan

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