EL SEÑOR QUE PELEÓ CON UNA LEONA




Éste es uno de los relatos favoritos de la señora Elodia Arrocena Gallardo, quien me contó que hace muchos años, mucho antes de lo ocurrido en el “cerro de la lobera”, sucedió lo siguiente:

Uno de los pobladores de Acatempan, el cual se llamaba Herminio Palomares, salió al campo como acostumbraba todos los días a cuidar a su ganado y a trabajar en su milpa, pues era época de temporal y había que aprovechar la lluvia para sembrar. Ese día llegó la noche y el campesino no regresaba a su casa. Su esposa se alarmó, pues él nunca acostumbraba quedarse en el campo a esas horas, por tal motivo decidió ir a buscar a su marido acompañada de familiares y vecinos.

Todos en grupo se dirigieron hacia el lugar en donde don Herminio trabajaba. Llevaban lámparas y antorchas para alumbrarse, pues estaba oscuro y esto dificultaba la búsqueda. Cuando llegaron se dividieron en grupos y empezaron a buscarlo por los alrededores.

Al ver que no lo encontraban en las cercanías, decidieron internarse en los cerros de los alrededores con la esperanza de encontrarlo. Así lo hicieron, pero pasaban las horas y no había rastros de Herminio. De pronto, oyeron los gritos de dos señores que decían: “¡aquí está, lo encontramos, vengan pronto pues está muy mal herido!”.

Al instante todos se dirigieron al lugar de donde provenían los gritos, y llegando ahí se dieron cuenta de que don Herminio se encontraba inconsciente, pero con vida. Lo cargaron y lo subieron a un caballo y emprendieron el camino hacia Acatempan. Llegando al poblado fueron a ver al curandero del lugar y éste les dijo que se encontraba mal herido, que tenía mordeduras muy profundas y arañazos en todo el cuerpo, como si una fiera salvaje lo hubiera atacado, pero que haría lo posible por salvarlo. Dicho esto procedió a lavar sus heridas y a poner ungüentos en ellas. Ya casi para amanecer, el herido recobró la conciencia y gritó asustado: “¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Me ataca!”.

Al oír los gritos, entraron sus familiares y le preguntaron qué era lo que le había sucedido. Entonces, él contó lo siguiente:

“Iba yo caminando por el monte, en busca de un animal que se me había extraviado, cuando oí unos ruidos que salían de unas rocas. Me acerqué para averiguar qué era lo que producía ese ruido y descubrí a dos cachorros de león que salían de entre unos arbustos. Al principio me asusté, pero como vi que eran muy pequeños se me quitó el miedo y me acerqué a ellos para verlos de cerca.”

“Ya estando junto a ellos, como eran bonitos, me dieron ganas de tocarlos. Agarre a uno y lo cargué, pero al instante el cachorro empezó a gruñir desesperado, haciendo que lo soltara y lo dejara en el suelo. Nunca imaginé que sus gruñidos atraerían a su madre, la cual se encontraba durmiendo en una cueva cercana. Al oír los llamados la leona apareció de entre unas rocas y se abalanzó contra mí. Al instante me derribó y me lanzaba zarpazos, mientras pretendía morderme en el cuello. Yo me defendía poniendo mis brazos en mi cara, para protegerme y para que no me fuera a arrancar la cabeza… ¡Cualquier cosa es posible en esa situación! Entonces, en mi desesperación, mi mano topó con el machete que yo había dejado en el suelo cuando agarré al cachorro. Esto me dio valor y luchando por mi vida le empecé a tirar de machetazos a la enfurecida leona, y creo que logré herirla o matarla, porque vi cómo se alejaba rengueando y gruñendo.”

Algunos de los que escuchaban no le creyeron, porque decían que jamás habían visto un león por esos lugares, que probablemente había sido un coyote o un lobo solitario lo que lo había atacado.

Decididos a investigar y como ya había amanecido, se encaminaron hacia el lugar donde habían encontrado al campesino. Llegando ahí, vieron que en el suelo había rastros de sangre y que cerca se encontraba un machete ensangrentado. Se fueron siguiendo el rastro, el cual los llevó hasta la cima del cerro, y en ese instante vieron que de una cueva situada cerca de ahí y oculta entre la maleza, salían dos pequeños cachorros de león. Se acercaron con cuidado y entonces vieron que en la entrada de la cueva se encontraba una enorme leona tirada y sin vida. Al estar junto a ella vieron que el animal tenía varias heridas, producidas seguramente por el machete de don Herminio. Echaron a la leona en una bestia de carga y se llevaron también a sus cachorros. Así llegaron al pueblo y toda la gente salió de sus casas, y miraron incrédulos y asustados a la leona y sus cachorros.

La noticia corrió como reguero de pólvora y hasta de los pueblos cercanos llegó infinidad de gente para comprobar que todo lo que les decían era cierto. La gente del pueblo quería quedarse con los cachorros, pero otros opinaban que era mejor matarlos, ya que estos iban a crecer y podían matar a alguna persona. Finalmente decidieron esto último y les dieron muerte a los cachorros. Don Herminio se repuso de sus heridas y toda la gente del pueblo lo veía como a un héroe. Hubo incluso un poeta de ahí mismo que le compuso un corrido. En éste se narraba la hazaña del valeroso campesino que había peleado con la leona, en la que salió victorioso dándole muerte. Doña Elodia se lo sabía completito, pero yo sólo me acuerdo de unos versos que más o menos decían así:

“Y sacando su machete

Contra la leona peleó

Dándole de machetazos,

Al fiero animal mató…”

Estos hechos ya casi la gente del pueblo no los recuerda, pues los más ancianos ya fallecieron y nunca se los contaron a sus hijos o nietos. Sólo doña Elodia, fue la única que me contó esta historia y yo se las quise narrar a ustedes para que no se pierda en el olvido y perdure en el recuerdo de los que la lean, y la puedan transmitir a las nuevas generaciones, pues de alguna manera, estos relatos forman parte de nuestra cultura popular.


Adenda: cabe hacer la aclaración de que por estos rumbos del municipio de Teloloapan y algunos otros lugares de la zona Norte de Guerrero, la gente de las comunidades les llama leones a cualquier felino grande que habita la región, en especial a los pumas. En otras partes de la República Mexicana se les conoce a los pumas como leones de montaña. Lo más seguro es que haya sido un puma el felino al que Herminio mató, pues estos son muy peligrosos y sanguinarios y suelen atacar al ser humano. También hay por estos lugares otros tipos de felinos como el gato montés, el lince, la onza, la pantera y el leopardo.

Aunque por las características del felino, según me contó doña Elodia, puedo asegurar que se trató de un puma o león de montaña. Pero sea lo que haya sido, lo único cierto es que Herminio se enfrentó al animal y logró vencerlo dándole muerte, y esta anécdota queda como un recuerdo de aquellos tiempos en que el hombre tenía que luchar contra las bestias salvajes que habitaban los lugares donde se formaban los pueblos. Y no es que estas fieras salvajes sean malas, pues sólo estaban defendiendo el territorio que les había pertenecido desde antes de la llegada del ser humano, quien ha jugado el papel de invasor y enemigo, que amenaza con desplazarlos de su territorio de caza.


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