EL SEÑOR POSEÍDO POR DOS CHANEQUES




Esta historia sucedió recientemente en un pequeño poblado situado en las cercanías de Teloloapan, lugar donde vive un señor llamado Rosalino, quien se dedica a las labores del campo y a mantener unas cuántas cabezas de ganado vacuno. Como toda persona dedicada al campo, don Rosalino diariamente les va a dar de comer y beber a sus animales.

Cuenta que en una ocasión se le extravió un toro, el cual tenía ya varios días sin aparecer, por lo que don Rosalino se dedicó a buscarlo por los lugares cercanos a su terreno con la esperanza de encontrarlo. Así lo hizo, buscó a su toro por todas partes sin encontrar rastro de él. Ya estaba a punto de darse por vencido cuando, de pronto, escuchó a lo lejos los bramidos desesperados de un toro.

Inmediatamente subió a su caballo y se lanzó al galope, en dirección al lugar por donde había escuchado el bramido. Fue así que llegó a un pequeño pantano situado en la ladera de un cerro y entonces vio a su toro, sumergido en medio del pantano y haciendo esfuerzos desesperados por salir de él. Rápidamente tomó la reata que llevaba en su caballo y con ella lo lazó por los cuernos. Empezó a jalarlo con su caballo, y poco a poco lo fue sacando hacia la orilla. Cuando estaba a punto de sacarlo, don Rosalino decidió acercarse para tratar de empujarlo y así ayudarlo a salir más rápido, pero en algún momento resbaló y cayó al pantano. Rápidamente se agarró de la reata que sujetaba al toro, mientras le gritaba a su caballo para asustarlo y para que siguiera jalando hacia afuera. Con gran esfuerzo, el caballo logró avanzar, hasta que por fin pudo sacar por completo a los dos.

Así pasaron unos días, pero don Rosalino empezó a tener pesadillas por las noches. Soñaba que unas voces lo llamaban y le pedían que fuera hacia el pantano. Su esposa lo despertaba y le decía que se calmara, que todo había sido un sueño. Pero en una ocasión, al escuchar las voces que lo llamaban, se paró de la cama y se dirigió al pantano. Al llegar ahí, se quedó dormido; cuando despertó, se quiso parar para irse a su casa, pero no podía caminar, pues sus piernas no le respondían.

Al notar su desaparición, su esposa y sus hijos empezaron a buscarlo por todas partes sin poder encontrarlo. Entonces se acordaron que él decía que unas voces lo llamaban pidiéndole que fuera al pantano, por lo que se encaminaron a ese lugar y así fue como lo encontraron. Entre todos se lo llevaron cargando hasta su casa, pues él no podía caminar.

Inmediatamente lo llevaron al doctor. Ahí lo examinaron y le mandaron a hacer varios estudios para determinar la causa de su invalidez, pero por más estudios que le hicieron no encontraron indicios sobre la enfermedad que lo tenía postrado. Así fueron de doctor en doctor, sin obtener ningún alivio para su malestar. Los meses pasaron y don Rosalino no mejoraba. Al ver esto, su familia decidió llevarlo con un brujo, pues decían que si los médicos no podían curarlo, tal vez no era enfermedad lo que él tenía, sino que probablemente alguien lo había embrujado.

Pero todo fue en vano, acudieron a varios brujos y nadie podía aliviarlo. Hasta que en cierta ocasión alguien les comentó que en un pueblo recóndito había un brujo muy bueno, el cual curaba hasta las más extrañas enfermedades. Y así lo hicieron, llevaron al enfermo para que lo examinara ese brujo.

Cuando llegaron a dicho lugar, el brujo lo examinó y les dijo lo siguiente: “tú no tienes ninguna enfermedad, por eso los doctores no te pueden curar; lo que tú tienes se llama posesión. Tú te metiste a un pantano, y en ese lugar habitaba una pareja de chaneques, uno masculino y otro femenino. Al caer dentro del pantano interrumpiste su descanso y, en castigo, ellos se metieron en tu cuerpo. El chaneque se metió en tu pierna derecha, y la chaneca en tu pierna izquierda. Pero no te preocupes, yo te voy a sacar a ese par de chaneques de tu cuerpo, los voy a colocar en un frasco y los vas a ir a dejar al pantano, pues ése es el lugar donde ellos viven y donde deben estar”.

Entonces, el brujo dijo algunos conjuros, tomó dos pequeños frascos y con sus manos sacó al par de chaneques que estaban en las piernas de Rosalino. Tomó al chaneque masculino y lo metió en uno de los frascos. Este ser era de corta estatura, vestía de rojo, usaba botas negras puntiagudas, tenía un sombrero de ala ancha y copa en forma de pico. Su rostro era rugoso, con una barba larga y unos ojos brillantes y burlones.

En seguida tomó a la chaneca y la metió en el otro frasco. Ésta tenía un vestido azul, zapatillas con tacón alto y cinturón rojo ancho. En el pelo llevaba una diadema brillante, su rostro era rugoso igual al de su pareja. Los ojos eran negros y brillantes, y las uñas de sus manos eran grandes y filosas. En sus dedos llevaba puestos unos enormes anillos de oro, uno de los cuales tenía forma de víbora enrollada.

El brujo le dio ambos frascos a la esposa de Rosalino y le dijo que fueran a depositarlos al pantano, y que por ningún motivo los abrieran, que los aventaran adentro, pero sin abrirlos, para que ambos chaneques no pudieran salir de los frascos, pues si estos salían volverían a poseer su esposo, metiéndose otra vez en sus piernas y dejándolo inválido de nueva cuenta.

El matrimonio prometió seguir sus indicaciones y se fueron contentos para su casa. Al otro día fueron al pantano y aventaron en él los dos frascos con los chaneques dentro. Desde el momento en que arrojaron al par de chaneques al pantano, don Rosalino empezó a mejorar. Así pasaron los días, y poco a poco empezó a caminar, al principio lo hacía ayudado con muletas, pero después lo hizo por su propio pie.

Dice don Rosalino que en agradecimiento por haberse aliviado, va seguido al pantano y le lleva de comer y beber a la pareja de chaneques, para que lo dejen en paz y ya no lo vuelvan a poseer. Les lleva miel, flores, mezcal, galletas, tamales, etc. y así se queda tranquilo y camina normalmente. Pero dice que cuando pasan varios días sin ir a dejarles su ofrenda, empieza a oír nuevamente las voces que lo llaman pidiéndole que vaya al pantano, y si no va a dejarles su ofrenda, los pies se le hinchan y ya no puede caminar con normalidad. Es por eso que dice que tiene que seguir llevándoles ofrenda, pues al instante que se las lleva, vuelve a caminar normalmente.

Don Rosalino quiere recomendarle a todas las personas que se metan a bañar a un manantial, arroyo, poza, etc., que tengan cuidado con los chaneques que ahí habitan, pues no les gusta ser molestados y pueden causarle algún tipo de enfermedades a las personas que perturban su descanso. Para evitar lo anterior, póngales una ofrenda, hable con ellos y pídales permiso para meterse a bañar, y así nada malo le sucederá. De lo contrario, puede correr usted la misma suerte que don Rosalino y ser poseído por los chaneques.

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